En esta oración revelada por Dios a santa Brígida, se alaban encarecidamente todos los miembros del santísimo cuerpo de nuestro Señor Jesucristo y sus virtuosísimos actos corporales.
Libro 12 – Oración 3
Señor mío Jesucristo, aunque bien sé que vuestro bendito cuerpo es continuamente alabado y glorificado por la armonía y júbilo de los excelsos ciudadanos celestiales, con todo, porque tengo obligación de daros infinitas acciones de gracias, aun cuando soy persona ignorante e indigna, deseo con todo mi corazón y mi boca dar a todos los miembros de vuestro precioso cuerpo las gracias, alabanza y honra que pueda.
Señor mío Jesucristo, porque verdaderamente sois el Sumo Sacerdote y Pontífice, que primero y antes de todos consagrasteis maravillosamente el pan material convirtiéndolo en verdadero y bendito Cuerpo, para alimentarnos con el manjar de los ángeles; sea, por tanto, vuestro gloriosa asiento sacerdotal a la diestra de Dios vuestro Padre en vuestra dichosa y bendita divinidad por eternidad de eternidades. Amén.
Señor mío Jesucristo, verdaderamente sois cabeza de todos los hombres y ángeles, y digno Rey de reyes y Señor de los señores, que todas vuestras obras las hacéis por verdadero e inefable amor; y porque humildemente permitisteis que vuestra bendita cabeza fuese coronado de espinas; por tanto, benditos sean vuestra cabeza y cabellos, sean gloriosamente adornados con diadema imperial, y obedezcan por siempre a vuestro poder e imperio el cielo, la tierra y el mar, y todas las cosas creadas. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque vuestra esplendorosa frente nunca se apartó de la recta justicia y verdad, bendita sea, pues, ella, y alábenla por siempre todas las criaturas en la regia y triunfal gloria. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque con vuestros brillantes y piadosos ojos miráis benignamente a todos los que con verdadero amor de Dios os piden gracia y misericordia; benditos sean, por tanto, vuestros ojos y párpados y vuestras gloriosas cejas, y toda vuestra amable y honestísima vista sea continuamente glorificada por todo el celestial ejército de los moradores de lo alto. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque con vuestros benignos oídos oís y escucháis de buena gana a todos los que humildemente os hablan; benditos sean, pues, esos vuestros oídos, y llénense eternamente de toda honra. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque vuestras benditas y suavísimas narices no se arredraron con el hedor del corrompido cadáver del difunto Lázaro, ni tampoco con el horrible hedor que espiritualmente salía del traidor Judas cuando os besó, benditas sean vuestras preciosas narices, y denles todos eternamente olor de suavidad y de alabanza. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque muchísimas veces predicasteis con vuestra boca y con vuestros benditos labios palabras de vida y de doctrina para nuestra salud corporal y espiritual, y para instruirnos en la fe; benditas sean, pues, vuestra dulcísima boca y vuestros labios por cada palabra salida de ellos. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque con vuestros purísimos dientes mascasteis con la mayor moderación el manjar corporal para el sustento de vuestro bendito cuerpo; sean benditos y honrados vuestros dientes por todas vuestras criaturas. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque vuestra lengua nunca se movía para habalr, ni estaba callada, sino puntual y provechosamente lo que había sido dispuesto en vuestra divinidad; bendita sea, pues, esta vuestra lengua. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque según vuestra edad tuvisteis decorosamente una hermosa barba en vuestro bello rostro; sea siempre llena de veneración y adorada esa vuestra venerable barba. Amén.
Señor mío Jesucristo, bendita sea vuestra garganta, vuestro estómago y entrañas, y perpetuamente sea honrado todo vuestro sagrado interior, porque en su debido orden dieron decorosamente alimento a vuestro precioso cuerpo, y sustentaron vuestra vida corporal para la redención de las almas y alegría de los ángeles. Amén.
Señor mío Jesucristo, a quien con razón llaman todos guía, porque llevasteis en vuestros sagrados hombros y cuello la pesada carga de la cruz, antes que con vuestro poder violentarais las puertas del infierno y llevaseis al cielo las almas de los escogidos; por tanto, a vuestro bendito cuello y hombros, que sostuvieron esa carga, dese honra y gloria eternamente sin fin. Amén.
Señor mío Jesucristo, porque vuestro bendito corazón, regio y magnánimo, nunca por tormentos, ni terrores, ni halagos, pudo dejar de defender vuestro reino de verdad y justicia, ni en nada excusasteis derramar vuestra preciosísima sangre, sino que con grandioso corazón luchasteis fielmente en defensa de la ley y de la justicia, y tanto a vuestros amigos como a vuestros enemigos predicasteis valerosamente los mandamientos de la ley y los consejos de la perfección, y muriendo en defensa de ellos con vuestros santos seguidores, alcanzasteis en la lucha la victoria; justo es, pues, que siempre sea ensalzado en el cielo y en la tierra vuestro invencible corazón, y que continuamente lo alaben con triunfal honra todas las criaturas y jerarquías. Amén.
Señor mío Jesucristo, de buena voluntad exponen su vida en la guerra los soldados valerosos y los fieles servidores de este siglo, para que sus señores disfruten una sana y prosperá vida; pero vos, oh mi buen Señor, corristeis apresuradamente a la muerte de cruz, para que vuestros siervos no perecieran de un modo miserable; por lo cual es justo que todos vuestros siervos a quienes libertasteis de esa manera, adoren por toda la eternidad vuestro glorioso e intrépido pecho, y lo alaben también humildemente los coros de los ángeles. Amén.
Señor mío Jesucristo, que con vuestras veneradas manos y brazos superasteis maravillosamente las fuerzas de Sansón, cuando sufristeis con paciencia que fuesen clavados en el madero de la cruz, y de este modo arrebatasteis violentamente del infierno a vuestros amigos; por esto mismo cuantos habéis redimido, den a esos miembros vuestros continua reverencia, alabanza perdurable y gloria sempiterna. Amén.
Señor mío Jesucristo, bendigan y alaben por siempre vuestras preciosas costillas y espalda todos los que padecen trabajos espirituales o de la tierra, porque desde vuestra infancia hasta la muerte constantemente trabajasteis por nuestra redención, y llevasteis en vuestras espaldas nuestros pecados con sumo dolor y fatiga. Amén.
Señor mío Jesucristo, pureza suma, y verdadera limpieza, bendita sea vuestra inocentísima virginidad y sea alabada sobre toda la limpieza angélica que hay en los cielos, y sobre la pureza de todos los que en el mundo guardaron castidad y virginidad; porque la castidad y virginidad de todos no pueden compararse con vuestra infinita limpieza y pureza. Amén.
Señor mío Jesucristo, veneren y humildemente honren todas las criaturas del cielo y de la tierra vuestras rodillas con vuestras corvas y canillas sobre todos aquellos que doblando las rodillas.